Téseras de Hospitalidad

Las téseras de hospitalidad de Libia

Hace más de veinte siglos, las fecundas tierras de La Rioja estaban ocupadas por el pueblo de los Berones, una de las diversas tribus celtí­beras que ocupaban el norte de la pení­nsula. Ya los antiguos historiadores latinos y griegos, como Claudio Ptolomeo, Plinio el Viejo o Estrabón, describen a los Berones, sus costumbres y sus ciudades. Su territorio se extendía por lo que hoy es La Rioja, y sus ciudades más importantes eran Vareia (Varea), Tritium Magallum (Tricio) y Libia (Herramélluri).

De aquella época arcaica han perdurado hasta nuestros días unos curiosos objetos de metal de forma variada, denominados téseras de hospitalidad. ¿Qué es una tésera de hospitalidad? Básicamente es una pequeña tablilla de bronce o plata en la que se establecía un pacto de hospitalidad entre pueblos o personas. Esta tablilla, que normalmente tenía forma de animal (si bien las hay de forma geométrica, manos entrelazadas o cabezas humanas), estaban constituidas por dos partes similares que al unirse encajaban formando la pieza completa. Una mitad se la quedaba el anfitrión y la otra se la llevaba el visitante. Cada mitad estaba llamada a cumplir una función de contraseña o de identificación para el caso de que, años más tarde, tal vez muchos, el huésped visitara de nuevo a su antiguo anfitrión. Asimismo, esta tésera era heredada de padres a hijos, de forma que el pacto de hospitalidad seguía vigente generación tras generación. Bastaba con que una mitad encajara en la otra para confirmar la identidad del forastero.

Las téseras de hospitalidad solían llevar inscrito un texto en el que se estipulaba, de forma más o menos completa, el pacto del que se trataba. Las téseras celtibéricas estaban escritas en lengua celtíbera usando el alfabeto í­bero, heredado de los vecinos orientales de la pení­nsula.

Una tradición ancestral

Los pactos de hospitalidad eran una costumbre muy arraigada en los pueblos celtíberos. Este hospitium, como lo denominaban los romanos, era un acuerdo entre dos tribus, ciudades o incluso entre personas particulares, por el cual los implicados se recibí­an en mutua protección. Tengamos en cuenta que ésta es una época de inseguridad, por lo que los pactos de hospitalidad hací­an posible que un forastero recibiera garantías de seguridad por parte de una comunidad o individuo; una protección que permitía que un extranjero fuera tratado de la misma forma que un ciudadano más, esto es, tuviera los mismos derechos.

De hecho, en contraste con la belicosidad de los pueblos celtíberos, nos encontramos con su legendaria hospitalidad, atestiguada por coetíneos romanos como Diodoro de Sicilia o Valerio Máximo.

«En cuanto a sus costumbres, son crueles con los malhechores y enemigos; con los huéspedes, sin embargo, son afables y humanitarios. En efecto, todos consideran a los huéspedes que vienen a su país, dignos de residir entre ellos y compiten entre sí en dar hospitalidad; a aquellos que atienden a los extranjeros, los alaban y los consideran amados por los dioses».

(Diodoro de Sicilia 5, 34)

Sin embargo, debemos diferenciar lo que es el pacto de hospitalidad de la tésera propiamente dicha. Antes de la llegada de los romanos, estos pactos de hospitalidad siempre habí­an sido verbales, un rito con presencia de testigos y de los dioses que actuaban como garantes. Son los romanos los que introducen en Hispania la práctica de inscribir textos legales sobre bronce; incluyen rápidamente el hospitium, que les beneficiaba enormemente como medio de controlar a las elites indí­genas y facilitar su absorción por el Estado romano.

La hospitalidad de Libia

Si bien las téseras de hospitalidad en la época celtí­bera debieron de ser muy numerosas, actualmente apenas se han recuperado una veintena de ellas, dispersas por la mitad norte de la península. Todas ellas aluden a pactos de distintas ciudades e individuos, a excepción de dos de ellas, que aluden a un pacto de hospitalidad de una misma urbe: la ciudad berona de Libia (Herramélluri). Fueron encontradas hace unos 150 años en la provincia de Cuenca, donde se situaban dos ciudades celtí­beras destacadas: Segóbriga y Contrebia Cé¡rbica. No se sabe con certeza cuales eran los pactos a los que hacen referencia cada una de las téseras, dado que únicamente aparece escrito, en lengua celtí­bera, «tésera de hospitalidad de Libia». No obstante, es lógico pensar que fuera con alguna de las ciudades indicadas. Y, evidentemente, en nuestra Libia, pueden estar aún enterradas (o al menos en su día estuvieron), las otras dos téseras que encajarían con las descubiertas y completarí­an el pacto de hospitalidad, y en las cuales estaría escrito el nombre de la otra ciudad firmante del pacto.

La primera de las téseras es una figurilla de un toro, en cuyo anverso se lee la inscripción (Libiako kortiko karuo, tésera de hospitalidad de la ciudad de Libia). La segunda de ellas tiene la forma de una piel de oso, y se lee la inscripción (Libiako, ciudad de Libia).

Tésera con forma de toro

Tésera con forma de piel de oso

Son sin duda dos de los mejores ejemplares de téseras de hospitalidad que se han encontrado, especialmente bellos y bien conservados. Si bien es difícil definir la época precisa a la que pertenecen, pueden datarse entre el siglo II a.C. y el siglo I d.C.

La lengua celtíbera

Aparte de ser unos objetos curiosos y de gran belleza, las téseras de hospitalidad celtí­beras tienen una gran importancia arqueológica, dado que, exceptuando los bronces de Contrebia Belaiska (Botorrita, Zaragoza) y algún otro texto disperso, la mayorí­a de los textos en lengua celtíbera que conocemos son téseras de hospitalidad. Por tanto, son elementos importantísimos para descifrar la lengua celtí­bera.

Si bien han existido numerosos intentos, aún no se ha logrado comprender por completo esta lengua de origen celta. El alfabeto usado en la escritura se hereda de los vecinos de levante, los íberos, adaptándolo a las características fonéticas del idioma. Sólo sabemos como se pronunciaban las palabras. Su alfabeto está formado por 29 signos que equivalen a letras y sí­labas, y se leen de izquierda a derecha.

Libia de los Berones

Restos arqueológicos del yacimiento de Libia

Otro dato importante que aportan las téseras de hospitalidad a la arqueología y el conocimiento del mundo antiguo son los nombres que aparecen inscritos en ellas. Aparte de nombres propios o de familias, que también aparecen, pero en menor medida, aparecen principalmente nombres de ciudades, y en nuestro caso de Libia. ¿Por qué es esto importante? Porque de Libia, como de otras muchas ciudades de la antigüedad, tenemos muy pocos testimonios antiguos que la nombren. Apenas se nombra en cuatro o cinco textos latinos, pero son las téseras el único vestigio escrito autóctono de la ciudad que se conserva.

Asimismo, nos indican que los Berones, el pueblo que ocupaba nuestro territorio desde el siglo V a.C., mantenía unas tradiciones y costumbres comunes con otros pueblos de la península, que habí­a comunicación entre ellos, comercio y buenas relaciones.

Además, dado que ha Libia es la única ciudad de la que se conservan más de una tésera que haga alusión a ella, sin duda otorga una importancia notable de la ciudad en el mundo celtí­bero, comparable, por qué no, con la mítica Numancia.

Por tanto, debemos estar orgullosos de que los mejores ejemplos de la hospitalidad de la antigüedad hagan referencia a nuestros antepasados, a nuestra tierra. Sin duda hoy en día, la gente de La Rioja goza de la misma fama de hospitalaria que hace más de dos milenios.

Berones, Vascones y Pelendones

En el siglo I a.C., La Rioja estaba ocupada en su mayor parte por el pueblo de los Berones y, en menor medida, por Vascones y Pelendones. Si bien no estaba presente el concepto de Estado, habí­a una unidad cultural común entre todos los pueblos de la mitad norte de la península: la cultura y lengua celtibéricas.

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