Necrópolis Olvidada
La necrópolis olvidada
Bajo el cerro del Piquillo, en Herramélluri, se encuentra sepultada la ciudad celtíbero-romana de Libia. |
La ciudad romana de Libia, sepultada y olvidada desde hace más de milenio y medio, sigue ocultando incontables tesoros bajo la tierra hoy cubierta por campos de cebada y trigo. Su valor no se puede medir económicamente, únicamente en términos arqueológicos, históricos o culturales. Si bien muchos de esos tesoros arqueológicos no han sido descubiertos, hay uno del que se tiene conocimiento desde hace décadas, y del que se ha hecho caso omiso hasta ahora, relegándolo al olvido y provocando, por desidia, su destrucción. Se trata de la necrópolis de Libia, esto es, la ciudad de los muertos; un inmenso cementerio de época romana del que han salido auténticas joyas de la arqueologÃa riojana.
La necrópolis está situada en lo que en la antigüedad fueran los arrabales de la ciudad, junto a la antigua calzada romana que, atravesando Libia, unía Caesaraugusta (Zaragoza) con Legio VII Gemina (León).
Tradiciones funerarias romanas
Hasta el siglo II de d.C., cuando el cristianismo comenzó a extenderse y se comenzó a generalizar la práctica de la inhumación de los cadáveres, la forma de enterramiento más usual era la incineración. No obstante, las dos formas coexistían. Así, la inhumación solía estar relegada a la gente pobre y los esclavos, mientras que la incineración estaba reservada a los miembros de familias nobles o acomodadas. La práctica de la cremación provenía, por una parte, de la tradición latina de los colonos romanos y, por otra parte, de la tradición celtíbera.
Las tumbas más lujosas eran sepulcros monumentales, mausoleos en forma de templo, de torre o de casa. Así, el ejemplo más claro que tenemos en la Rioja es la basílica de Santa María de los Arcos, en Tricio (Tritium Magallum), que, en origen, se levantó sobre un monumento funerario turriforme (en forma de torre) romano. Sin embargo, la mayor parte de las tumbas, las más modestas, eran simples fosas, cubiertas con losas de piedra, madera o incluso tejas. Encima de ellas podían aparecer pequeños monumentos funerarios en honor del difunto, como estelas, aras o pedestales.
De campo a yacimiento, de yacimiento a cantera
Por desgracia, el lugar donde se situaba la necrópolis de Libia fue utilizado a partir de los años 80 como cantera de donde se extraía grava para hacer carreteras y arreglar caminos. Y muchos de los tesoros arqueológicos que guardaba fueron destruidos con total impudicia.
Ya a principios de la década de los 80, tras haber sido hallada una enorme estela funeraria por un labrador, se llevaron a cabo unas excavaciones de urgencia con el fin de rescatar aquellos valiosos testimonios del pasado. Se desenterraron piezas de incalculable valor, entre las cuales destaca una preciosa y rarísima botella de vidrio milagrosamente conservada después de casi dos milenios. Pero la desidia y el desinteris volvieron a adueñarse del enclave y, a pesar de la importancia del yacimiento, se abandonó y cayó en el olvido.
La necrópolis de Libia ha sido utilizada como gravera durante los últimos años. |
Cabe destacar, asimismo, que las necrópolis o cementerios romanos no eran, como hoy en día, lugares aislados y tranquilos, sino que se ubicaban junto a las calzadas a la salida de las ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas. No era por parte de los romanos una muestra de falta de respeto hacia los muertos, sino todo lo contrario: pretendían que la memoria del fallecido perdurara y su espíritu se mantuviera vivo. Con esta misma idea aparece la tradición de enterrar junto al cadáver un ajuar funerario, compuesto por los objetos personales del fallecido: desde lanzas o espadas si se trata de un guerrero, hasta cuencos o jarras en caso de un campesino.
Y años más tarde, volvía a ser usada como gravera. Nadie se acordaba ya de la importancia arqueológica. Nadie se preocupaba de proteger el patrimonio cultural común. Así, la mayor parte de la necrópolis fue destruida sin que se hiciera nada al respecto.
Aún hoy pueden contemplarse vestigios de la necrópolis y de su abandono. Todavía puede verse, si se mira con detenimiento, las formas de alguna de las fosas sobre el terreno. Incluso queda esparcido entre los cúmulos de grava algún hueso perteneciente a uno de los muchos enterramientos destruidos. Asimismo, si se presta la debida atención a ciertas piedras dispersas por la zona, incluso se puede apreciar alguna con una pequeña decoración grabada en la piedra: un sillar con parte de un arco, una laja de piedra con símbolos astrales.
Una nueva estela funeraria
Hace ahora dos años, cuando todavía las máquinas excavadoras trabajaban en la gravera, extrayendo cascajo para reparar caminos, se localizó y rescató, antes de ser destruida por la pala, una gran estela funeraria de época romana. Si bien su estado no es óptimo, es sin duda un importante hallazgo arqueológico, una nueva pieza del formidable tesoro cultural que aún encierra la ciudad.
Se trata de una estela funeraria -monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida- de más de metro y medio de alto realizada en piedra arenisca, en memoria de un fallecido de 72 años de edad cuyo nombre no se conserva, erigida por su mujer Gustuna y por sus hijos Tito y Materno. Hermosamente decorada con dos series de arcos y un rosetón “símbolo astral de tradición celta“ en la parte superior, supone una importante aportación a la escasa epigrafía romana en La Rioja. Probablemente fuera erigido entorno al siglo I – II d.C., si bien pudo ser reutilizada como laja de otra tumba posterior de época tardo-romana.
La estela funeraria se encuentra en el Ayuntamiento de Herramélluri a la espera de Restauración |
A la espera de ser restaurada por la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja, se encuentra en dependencias del Ayuntamiento de Herramélluri. Parece que este hallazgo ha revitalizado de nuevo el interés que se merece el yacimiento; tras el descubrimiento, se paralizaron las obras de extracción de grava con el fin de proteger lo que queda de la necrópolis de Libia. Confiemos en que no sea demasiado tarde, pues la destrucción del yacimiento a lo largo de estos veinte años ha sido devastadora.
Esperemos también que la necrópolis romana de Libia no sea otra vez relegada al olvido y reciba la atención que merece tan notable patrimonio histórico.